AYITI
"No
llores por mí"
se levanta un
pensamiento debajo del escombro.
"No
llores, no tienes derecho a llorar por mí"
se escurre
como sangre de la piedra
me grita en su
silencio sordo
y me lo exige.
"Yo soy
la roca, el pedernal doliente,
no la carne
lacerada.
Yo soy el
mástil de mi raza,
nada puede
vencerme, doblegarme,
¿no lo
entiendes?
No merezco tus
lágrimas."
Mi espíritu se
estremece, en la distancia.
No soy ajena,
pues te sufro a través de la pantalla
e imagino tu
respiración, cada vez más tenue, entrecortada.
Soy la pupila
que atestigua tu desgracia.
Se derrumba Haití,
temblor de siglos
gritos
pretéritos sin carnaval sin nada
garganta seca
del agua de los tiempos
pueblo sin
suelo,
raza bendita
sin lugar sin calma.
Se pretendió esclavizar
tu sueño, tu baile,
tu cuerpo, tu
alma,
mitad dios y
demonio es tu destino
cuerpo desnudo
a la intemperie sin ánima.
Se despedaza,
se resquiebra la esperanza.
¿Porqué la
tierra, este pedazo que llamas mi patria
ahora se
sacude las entrañas?
"No
llores por mí"
mandato yermo
desde la seca muerte se levanta.
"Porque
no soy el llanto,
soy las olas,
la estepa ardiente del África,
el tambor,
gemir orgánico,
soy el latir
que retumba en la montaña.
Cachorro de
león brillando al alba.
La natura
misma renovada.
No llores,
¿no miras, soy
gacela liberada?
eso digo y
repito
no merezco tus
lágrimas."
Afuera, los
esfuerzos de rescate
están por
claudicar.
Se levanta la
noche, y con ello
termina la
labor de salvamento.
Pero tú ya te
escapaste de nosotros.
Brilla en la
luna tu sonrisa blanca,
caminas y te
encuentras con los otros,
bailas un
carnaval de luces albas
en ese Haití
donde hay música y canto
-regocijo de
encuentro-
almas
gloriosas, liberadas,
sin miseria,
sin espanto,
sin espera,
sin lágrimas.
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