Estos poemas
quedaron después del agua,
del bautismo maldito
de viento y marea,
del huracán que
existe entre ceja y ceja,
antes del puerto
abierto a la intemperie,
y en medio del mar,
cerrado con sus misterios.
Estos poemas
decantados,
entre escombros de
gritos y esperanzas,
nos quedaron a
nosotros,
pueblo que añora la
promesa del mar,
y la promesa de la
sal, nutritiva y vivificadora.
Lo que nos quedó a
nosotros,
ya cansados de tanto
esperar.
Lo que nos legó esta
alucinación colectiva,
que a veces solemos
llamar Mar,
esta pesadilla
convertida en marea de lodo y agua,
huracán.
Prefiero decir que
no has perdido todo,
ni cama donde
descansar tu cabeza,
ni sonrisa familiar
de tus mañanas.
Prefiero decir que
me quedó en las manos,
este muestrario de
poemas residuales,
un pequeño grito de
vida,
esta pequeña
dignidad mojada,
y un orgullo de
seguir luchando,
aunque a veces,
hasta la naturaleza,
nos golpea con saña.
Pueblo noble y
valiente,
ya verás,
nos levantaremos
como Lázaro,
y al tercer día
brillarán tus palmeras,
y las olas mecerán
tu cabeza llena de sueños inconclusos.
Pueblo guerrero,
bravo, luchador,
desafiante,
toneladas de agua no
van a doblegar
la entereza de tu
temple.
Nosotros somos el residuo de esta lucha meteorológica,
y aún sin saldo a favor en esta guerra,
empezaremos de cero
sosteniendo en las manos lo que somos,
así,
desnudos como recién nacidos,
ahijados del sol,
pero hijos ilegítimos del mar.
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(Poema escrito por Isis Estrada)